Archive for the ‘Siglo XVIII’ Category

El terremoto de Lisboa de 1755

septiembre 10, 2008
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Grabado de 1755 mostrando las ruinas de la ciudad en llamas y un maremoto arrollando los barcos del puerto.

Lisboa, mañana del sábado 1 de Noviembre de 1775, día de Todos los Santos. La populosa ciudad despierta. Los fieles se dirigen a honrar a los muertos en iglesias como la de Santa María de Belém, São Nicolau o São Vicente de Fora, La Casa de Cuentas o plaza del Comercio; conocida como Terreiro do Paço por el palacio real que ahí se levantaba reanudaban sus actividades cotidianas. Pero a las nueve y media de la mañana el terror se desato, al empezar el suelo a temblar. El testimonio de John Fowkes, un comerciante inglés, afincado en la capital portuguesa revela la magnitud de la tragedia. Ese día, Fowkes se encontraba departiendo tranquilamente con dos amigos portugueses frente a la Casa de Cuentas cuando el suelo empezó a resquebrajarse y grandes bloques de piedra se desprendían de los edificios colindantes. Cuando el temblor remitió, Fowkes se dirigió a la Iglesia de São Nicolau «pero el horror que allí había nos confundió. Muchos ya habían fallecido y los que estaban malheridos (¡horrible espectáculo!) pedían misericordia a gritos mientras algún sacerdote los confesaba y absolvía» Ante ese horror decidió rodear la iglesia y dirigirse hacia la cercana plaza de Rossio, gateando por encima de las ruinas que llenaban toda la Rua dos Arcos. Allí encontró a su mujer y a sus hijos junto a dos criados. A continuación la familia buscó refugio en las colinas próximas, adonde se habían dirigido muchos de los supervivientes. Mientras en la ciudad, los braseros y las velas de las casas provocaron un gran incendio, que duro cinco días y devoró a las pocas casas que quedaban en pie.

José I de Portugal

Por otra parte, los supervivientes que habían buscado refugio en la playa corrieron la peor suerte. Después de las diez de la mañana, el mar se retiró, dejando los barcos varados en el pueblo, junto a mercancías y hasta los peces, ante la mirada sorprendida de las gentes que se agolpaban en la orilla. En torno a las once una ola de casi veinte metros de altura entro «barriendo y asolando cuanto delante hallaba, hasta la Real Casa de la Misericordia«, entrando en la ciudad unos ocho kilómetros; retirándose después y repitiéndose varias veces con menos fuerza hasta mediada la tarde. El palacio real, a orillas del Tajo, fue derribado en uno de estos embates, aunque el rey José I y la familia real se salvaron al haber acudido a misa esa madrugada a la iglesia de Santa María de Belém, situada en la zona menos afectada por el terremoto.

De una población lisboeta de 300.000 habitantes, unas 90.000 personas murieron, la mayor parte habitantes de la Cidade Baixa. Muchos de ellos murieron en los primeros momentos de la catástrofe, y la mala suerte hizo que fuera el día de Todos los Santos, por lo que muchas personas que habían acudido a las Iglesias, murieron al caerse las techumbres de estas. En el Hospital Real de Todos los Santos(el hospital público más grande de la época) murieron abrasados centenares de pacientes. En el Terreiro do Paço, el palacio real se desplomó por el embate conjunto del terremoto y del maremoto, desapareciendo numerosas obras de arte- incluyendo pinturas de Tiziano, Rubens y Correggio– y la Biblioteca Real, la cual guardaba alrededor de 100.000 ejemplares. La Real Casa de la Ópera (o Teatro de Ópera do Tejo) recién construida hace seis meses; el Archivo Real, el cual contenía detallados expedientes históricos que describían las exploraciones de Vasco da Gama y otros exploradores tempranos portugueses; la tumba del héroe nacional Nuno Álvares Pereira; e importantes iglesias de Lisboa, como la catedral de Santa María, las basílicas de São Paulo, Santa Catarina, São Vicente de Fora, y la iglesia de la Misericordia.

En Marruecos murieron cerca de 10.000 personas, en Sevilla también hubo víctimas y multitud de edificios quedaron dañados, incluida la Giralda y la Torre del Oro. En Ayamonte murieron más de 1.000 personas, en Cádiz las olas rompieron las murallas, Conil de la Frontera fue destruida lo mismo que Sanlúcar de Barrameda. Una de las torres de la catedral de Valladolid se derrumbó, en Jaén las torres de la catedral se agrietaron en Úbeda. Los Tsunamis golpearon las costas de Martinica y Barbados en América, los efectos llegaron hasta Turquía en el Mediterráneo y a Inglaterra y Dinamarca en el Atlántico.

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Convento do Carmo. Su iglesia edificada en estilo gótico en el S. XIV, perdió en 1755 su techumbre y nunca fue reconstruida. Sus ruinas fueron preservadas para recordar a los lisboetas la destrucción causada por el terremoto.

El impacto del terremoto fue tal que José I jamás volvió a vivir en su palacio reconstruido, habitando hasta su muerte con toda su corte en un lujoso campamento de tiendas y pabellones situada en la colina de Ajuda, próxima a Lisboa.

Tras la reconstrucción, el marqués de Pombal, el primer ministro o válido del rey, tomo la iniciativa. Siguiendo su máxima de «se entierra a los muertos y se alimenta a los vivos», mando a la población a extinguir los últimos fuegos, sacar de los escombros a los muertos y enterrarles de forma apresurada, para evitar de esta forma infecciones. Dada la enorme cantidad de muertos, se utilizaron algunos conventos como fosa común para enterrarlos. Hace algunos años, se hallaron, en la actual Academia de Ciencias (Antiguo convento de Jesús), los restos de 3000 victimas de la tragedia. Para prevenir los desórdenes en la ciudad en ruinas, y, sobre todo, para impedir el saqueo, se levantaron patíbulos en puntos elevados alrededor de la ciudad y al menos 34 saqueadores fueron ejecutados. El ejército fue movilizado para que rodeara la ciudad e impidiese que los hombres sanos huyeran, de modo que pudieran ser obligados a despejar las ruinas.

A continuación, un grupo de arquitectos se encargo de planificar la reconstrucción de la zona más afectada, la Cidade Baixa, a la que convirtieron en la llamada Baixa Pombalina, además de reconstruir secciones de otras ciudades portuguesas, como Vila Real de Santo António en el Algarve. Los edificios pombalinos fueron los primeros del mundo en ser diseñados para resistir terremotos; para comprobar la resistencia de su estructura se hicieron maquetas de madera de estos edificios, alrededor de los cuales se hizo marchar al trote a las tropas, igualando su efecto al de los terremotos. Gracias principalmente al oro de las colonias de Brasil, la ciudad pudo ser reconstruida al cabo de un año. Lisboa se convirtió en el prototipo de ciudad nueva europea, con sus manzanas grandes y rectilíneas, y amplias avenidas.

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"El Marqués de Pombal mostrando la reconstrucción de Lisboa" por Louis-Michel van Loo, 1766.

Pero el terremoto sacudió mucho más que ciudades y edificios, influyó decisivamente en los pensadores de la Ilustración europea. Un ejemplo es Voltaire en Cándido o en su ‘Poème sur le desastre de Lisbonne’ (poema sobre el desastre de Lisboa) haciendo referencia al terremoto que ha sido representado como análogo al Holocausto. Kant publicó tres textos separados sobre el terremoto de Lisboa que en alguna medida se consideran como el principio de la geografía científica en Alemania y el comienzo de la sismología.

Un oido enfrente del otro

septiembre 10, 2008

Se dice que Napoleón tenía lo que vulgarmente se entiende como «un oído enfrente del otro». Precisamente a él se le atribuye esta desafortunada frase: «La música es el menos molesto de los ruidos».

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A pesar de ello, cada regimiento de su ejército contaba con una banda de 42 músicos que se convirtio en el modelo de las bandas militares europeas. Esta formación incluía 1 flautín, 17 clarinetes, 4 fagots, 2 serpentones, 3 trompetas, 4 cuernos de caza, 3 trombones y 9 instrumentos de percusión.

Inventor y empresario en los origenes de la Revolución Industrial

septiembre 9, 2008
Máquina de vapor de Watt, procedente de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, expuesta en el vestibulo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid.

Máquina de vapor de Watt, procedente de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, expuesta en el vestíbulo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid.

Carta de Boulton a James Watt, inventor de la máquina de vapor. 7 de febrero de 1769.

«Dos son los motivos que me han impulsado a ofreceros mi apoyo; mi afecto hacia Usted y el que tengo un  proyecto tan rentable y genial. He pensado que vuestra máquina, para producir del modo más ventajoso posible, requeriría dinero, una adecuada realización y una amplia publicidad, y que el mejor modo de que Vuestro invento sea tenido en la debida consideración y para que se le haga justicia, sería el de sustraer la parte ejecutiva del proyecto de las manos de esa multitud de ingenieros empíricos que, por ignorancia, falta de experiencia y de los necesarios incentivos, serían responsables de un trabajo malo y descuidado: y todos ellos son fallos que afectarían a la reputación del invento. Para obviarlo y obtener el máximo beneficio, mi idea es instalar una manufactura cerca de la mía, a orillas de nuestro canal, en donde podría poner todo lo necesario para la realización de las máquinas. Con esta fábrica podremos suministrar a todo el mundo máquinas de cualquier tamaño. Con estos medios y con Vuestra asistencia podremos contratar y enseñar a algún buen obrero (dándole instrumentos mucho mejores que los que cualquier otro, para producir una sola máquina, le entregaría) y podremos poner a punto Vuestro invento con un costo inferior  en un veinte por ciento a cualquier otro sistema y con una diferencia en cuanto a la precisión similar a la que existe entre el producto de un herrero y el de un constructor de instrumentos matemáticos. Y así las cosas, no tendría sentido producir sólo para tres condados sino que sería más conveniente producir para todo el mundo.»

Esta carta presenta las características principales de la Revolución industrial británica del siglo XVIII: un empresario capitalista propone al inventor de la máquina de vapor asociarse para instalar una fábrica y producir con los métodos más modernos. El mercado mundial es el objetivo a conquistar. Como idea secundaria se podría resaltar la búsqueda de una buena situación para la fábrica (acceso al mercado, infraestructuras, disponibilidad de mano de obra cualificada, etc…)